miércoles, 31 de marzo de 2010

Cervantes


“Si te apiadas de los hombres, no asumas la responsabilidad del mando”
Vasili Grossman

Esto que vais a conocer es la historia de un desencuentro. Sé que el inicio de esta narración ya produce contra producción, pero no por ello deja de ser una buena historia, como cualquier canción de Love of Lesbian. Pedro es un chico normal, altura normal, complexión normal, belleza normal, o sea, uno más de tantos. Sin embargo Laura es una muñeca. Rubia, de perfectos bucles cayéndole sobre sus hombros menudos, como su cuerpo. Sus labios son una perfección en forma y medida. Su nariz, respingona, no es más que un atributo que se suma a su belleza. Hacen una buena pareja, si lo fueran. Cada uno vive su vida y no se conocen aun. Tampoco es mi intención que se conozcan.

Pedro trabaja en una oficina haciendo inventarios de nueve a dos y de cuatro a siete. Está cansado de su trabajo. Es muy repetitivo, cansino, siempre bajo la supervisión de un encargado tan imbécil que si se premiara esa cualidad se llevaría el Nobel año tras año. Tiene un gato al que llama Rasputín, en un poco elogio de originalidad para nombrar al minino. Vive con él en un apartamento situado a unos quince minutos andando de la oficina. Lo tiene en régimen de alquiler, amueblado por los propietarios, con lo que le parece penosa su vivienda ya que está decorada de los más variopintos estilos, dejando adivinar que se tratan de muebles que le han dado familiares a los susodichos dueños. Las únicas pertenencias de Pedro son una extensa colección de libros con autores que van desde Charles Bukowski hasta Christopher Moore, Chuck Palahniuk, Norman Miler, Haruki Murakami, Irvine Welsh, Saki, Frédéric Beigbeder, Jack Keruack, Julian Barnes, Reinaldo Arenas, Federico García Lorca, Franz Kafka y un largo etc. En música también tenía una gran colección de Cd’s, y su gusto iba desde Havalina hasta Love of Lesbian, Maga, Niños Mutantes, Los Planetas, Los Enemigos, Nosoträsh, Flow, U2, Depeche Mode, Franz Ferdinand, Nada Surf y otro largo etc. Es un personaje independiente. De hecho, sus directores predilectos eran todos aquellos que no se habían dejado mangonear por Hollywood, Jim Jarmush es un buen ejemplo.

Laura trabaja de secretaria en un bufete de abogados de ocho a tres. Ella tiene la tarde libre y está muy contenta con su trabajo. La respetan y la consideran una más dentro de la firma. Considera a sus jefes muy buena gente y si no estuviera casado uno de ellos, seguramente le hubiera tirado los tejos hace tiempo, pero no se ha metido por medio en su relación. Ella tiene muy claro que no se va a convertir en una destroza matrimonios ni en la querida de nadie. Ella tendrá al hombre que se merece, su príncipe azul, como ella piensa antes de reírse a carcajadas tras lo banal de lo idealizado. Vive en un piso compartido, que es propiedad de una buena amiga. Le paga por ocupar una habitación y usar las zonas comunes, como ellas las califican, a saber, la cocina, el aseo y el salón. Sus pocas pertenencias las tiene en su habitación. Son unos pocos libros, de Stephen King, Paulo Coelho, Anne Perry, Isabel Allende y pocos más. De música no posee nada. Escucha siempre la radio. Le gusta las películas románticas y Meryl Streep es su actriz preferida.

Uno de mis puntos favoritos es la librería Cervantes. En ella me sumerjo cada vez que busco un buen libro pues sé a ciencia cierta que lo va a tener. Esta vez quería encontrar “Vida y Destino” de Vasili Grossman. Lo encontré y me dispuse a ojearlo cuando vi a Pedro. En su mano llevaba un ejemplar de John Fante, “Camino de Los Ángeles”, una buena novela a mi juicio.

-Hola Pedro, cuánto tiempo sin verte, ¿qué te cuentas?
-Ah, hola Antonio, aquí estaba buscando un libro para leer. Hala, que tocho te has buscado tu.
-Si, bueno, es una novela un poco extensa, pero está llamada a ser un clásico moderno.
-No ya, si tu lo dices. Yo he comprado algo más ligero, más underground, no tan clásico.
-Si, pero no deja de ser una buena novela.

En ese mismo momento me tocaron el hombro. Era Laura.

-Vaya por Dios, Laura ¿Qué te cuentas?
-Hola Antonio, ¿qué haces?, he entrado a curiosear un poco
-Bueno, bueno, bueno, que bien, cuánto tiempo sin verte.
-Si, ya hace tiempo, ¿y qué te cuentas?
-Yo he entrado a comprar un libro.
-Tu como no, ¿Cuántos tienes ya?, ya podrás poner una biblioteca, ¿no?
-Jajajajajajaja, tu siempre tan exagerada, por cierto, no conoces a Pedro, ¿no?
-No.
-Pedro, Laura. Laura, Pedro.
-Encantada.
-Encantado.
-Bueno tengo que irme, que tengo el coche mal aparcado-dijo Laura con su habitual sonrisa que derrite cualquier iceberg.
-Venga, hasta luego guapísima-dije yo.
-Hasta luego-dijo a su vez Pedro.

Ya no pasó nada más de interés. Pedro y yo cruzamos unas cuantas frases más y nos despedimos. Ya dije al principio que esta era una historia de un desencuentro. Si fuera un encuentro, ellos hubieran reaccionado de distinta forma, hubieran intercambiado teléfonos o quedado, no se, hubiera pasado otra cosa, pero no la estanqueidad que ocurrió. Y es que cuando no estás predestinado para alguien, no te preocupes, no lo estás.