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domingo, 17 de octubre de 2010

Canción de la bailarina


¡Oh tú, que danzarina me llamas, sabe hoy que no aprendí a danzar! Me encontraste juguetona y pequeña, danzando en el sendero y persiguiendo a mi sombra azul. Giraba como una abeja, y mis pies y mis cabellos, color de camino, se empolvaban con el polen de un polvo rubio.

Me viste venir de la fuente, meciendo el ánfora en mi cadera, mientras, al compás de mis pasos, sobre mi túnica saltaba el agua en redondas lágrimas, en serpientes de plata, en menudos cohetes rizados que ascendían, helados, hasta mi mejilla. Yo caminaba lenta, seria, mas llamaste danza a mis pasos. No mirabas mi rostro, seguías el movimiento de mis rodillas, el balanceo de mi talle, en la arena leías la forma de mis talones desnudos, la huella de mis dedos abiertos, que comparabas con la de cinco perlas desiguales.

Me dijiste: «Coge esas flores, persigue esa mariposa...» Llamabas danza a mi carrera, y cada reverencia de mi cuerpo inclinado sobre los claveles purpúreos, y el ademán, repetido en cada flor, de echar atrás, por encima de mi hombro, un chal resbaladizo.

En tu casa, sola entre tú y la alta llama de una lámpara, me dijiste: «¡Danza!» y no dancé...

Pero desnuda en tus brazos, sujeta a tu lecho por la cinta de fuego del placer, me llamaste, sin embargo, danzarina, al ver agitarse bajo mi piel, desde mi pecho ofrecido a mis pies crispados, la inevitable voluptuosidad.

Fatigada, anudé mis cabellos, y los contemplabas, dóciles, arrollados a mi frente como serpientes hechizadas por la flauta.

Abandoné tu casa mientras murmurabas: "La más hermosa de tus danzas no es cuando acudes corriendo, jadeante, poseída de un deseo irritado y atormentado ya, por el camino, el broche de tu vestido. Es cuando de mí te alejas, serena y con las rodillas temblorosas, y al alejarte me miras, tu barbilla en el hombro. Tu cuerpo me recuerda, oscila y titubea, me echan de menos tus caderas y tus senos me están agradecidos...Me miras, vuelta la cabeza, mientras tus pies adivinadores tantean y escogen su camino...

"Te vas, siempre pequeña y maquillada por el sol poniente, hasta no ser, en lo alto de la colina, más esbelta en tu túnica anaranjada que una llama vertical, que danza imperceptiblemente..."

Si tú no me abandonas, iré danzando hasta mi blanca tumba.

Saludaré a la luz, que me hizo hermosa y me vio amada con una danza involuntaria, cada día más lenta.

Una última danza trágica me enfrentará con la muerte, mas sólo lucharé para sucumbir con elegancia.

Que los dioses me concedan una caída armoniosa, juntos los brazos en mi frente, doblada una pierna y extendida la otra, como presta a franquear, de un salto ingrávido, el negro umbral del reino de las sombras...

Me llamas danzarina, y, sin embargo, no sé bailar...
Sidonie Colette

jueves, 27 de mayo de 2010

Museo Kistner



Estaba llamado a ser uno de los grandes. Si, esta vez tenía una buena misión y por el bien de la nación no iba a meter la pata. Debía ir al museo Kistner a vigilar un cuadro que acababa de llegar para una exposición de no se qué pintor suprealista de esos que pintan muy raro y hay que interpretar lo que pintan. Mi ingenio y sabiduría están por encima de todos esos pintores chiquilicuatreros que dibujan igual que cuando eran unos bebes. Uyuyuyuyuyuyuyuyuyuyuy, pero que ven mis ojo…….. vaya pedazo de culo el de esa señorita, joer, me están entrando ganas de decirle algo, pero me da vergüenza, jijijijijijijijijijijijijijijijijij ayyyyyyyyyyyy que cosas y eso que me lo está poniendo a tiro. Venga, me atrevo, si, venga…. Uy no…. Venga si…. Pero que pedazo de culo que tiene jijijijijijijijiijijijijijijijijijijijiji vamos, que no se diga, que eres todo un hombre… uy no… que si…. ¡¡¡¡NIÑA, QUE TIENES UN CULO QUE NO CABE EN CUATRO BANCOS MUNICIPALES!!!!!!!!....Ea, ya se lo he dicho, si es que tenía un culo más gordo que la deuda de Mombassa. Bueno, a ver qué hora es… ¡Joder! Que con el culo se me ha ido el santo al cielo, que no llego a tiempo….

-Ya llega usted otra vez tarde, como siempre, ¿no, Martínez? Ahora que ha sido, ¿que una comadreja le ha cogido de los huevos y no se los soltaba hasta que le recitó el Jesusito de mi vida?
-No mi teniente, un cul….
-Si, ya, ya, una de sus excusas, ya me las sé. Anda, siga al guardia de seguridad hasta que le indique su puesto de vigilancia…. Y estese quietecito, no toque nada y sobre todo no piense, por el amor de Dios, no piense.
-No, pero si yo no, ha sido el cul que no pero ya no pensar jajajajajaja quien en su sano juicio….-joeeeerrrr, mecagonmistampa, que el teniente me la tiene jurada. Pero hoy no la voy a cagar. Por los piojillos de Bob Marley que hoy va a ser un día glorioso. Anda, que curioso, cuántos cuadros. ¿Por qué habrá tantos? ¿Un museo no es un lugar dónde se juega al mus? Es raro, no veo ninguna mesa dispuesta. Pero cuadros y monigotes raros si hay.

-¡¡¡¡CUIDADO!!!!!
--Epa yao…..uuuuyyyyyy, un poco más y se cae el monigote este…..
-¿MONIGOTE? ¿A UNA ESCULTURA DE LLICHIDA LA LLAMA USTED MONIGOTE? Sepa usted que esta escultura está valorada en trescientos cincuenta mil euros…
-Fiuuuuuuuuuuuuuu, ¿Tendrá un buen seguro no? Aunque hoy en día con el loctite se hace milagros y….
-¿SEGURO? ¿LOCTITE? ¡¡¡¡PERO ES QUE USTED QUIERE QUE ME DÉ UN ATAQUE AL CORAZÓN!!!!! Anda, anda, vaya detrás de mí y no piense, por el amor de Dios, concéntrese en lo que hace.

Otro con la manía que no piense… pero si ya lo hago, si no pienso ¿ves?, mente en blanco. Lalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalalala…me pica la polla (ras, ras, ras…)

-¿Pero qué hace usted?...
-¿Einnn…?
-Pero por el amor de Dios, no me diga que se está rascando sus partes en medio de un museo…
-Bueno, es que me pic….
-Para eso están los servicios, señor mío, uno se aguanta y va al servicio fuera de miradas ajenas, hombre de Dios. Menos mal que estamos cerca y lo voy a perder de vista por fin…

La virgen, que tío mas ciezo. Todo le cae mal. Que si el monigote, que si me rasco…ya ves tu, como si me pica otra vez voy a ir al servicio… JA… y lo cristiano que debe ser. Siempre con Dios esto y Dios lo otro. PFFFFFFFFFFFFFF jjjjjjjjjjjjjjjjjjjJJJJJJjjjJJJJJaaaaJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJ…..

-¿Pero bueno, ahora que le pasa?
-Jajajajajajajajaja Vaya bodrio…. Jajajajajajajaja ¿Quiere usted vomitar conmigo? Jajajajajaja
-Ese es el cuadro que ha de vigilar
-¿El bodrio?....
-El bodrio es un espejo, se está viendo usted reflejado
-Ah…eh…si…yo…claro…como no…un espejo…que mala cara ¿no?...
-Las he visto mejores, si. Bueno, aquí le dejo. Yo voy a seguir con mi ronda diaria. Por Dios, no toque nada, no piense, no se mueva, estese quietecito, no respire ni siquiera.
-Si, que no respire, que bueno, como si fuera esto una piscina, si, jajajajaja, ay, que muchachillo….

Bueno aquí estoy yo frente a….halaaaaaaaaa, que cosa más, más, más…que cosa más cosa. ¿Y esto cómo se ha de ver?... eso parece…parece…un coño, si, eso parece un coño todo peludo. O a lo mejor es un perro todo peludo. O un peluquín tirado en el suelo. Si, eso es mejor, porque, ¿qué coño haría un coño tirado en el suelo sin nada más que lo recubra? Quiero decir, un coño sin unas piernas debajo, no es creíble… claro que sin un cuerpo encima tampoco… a no ser que sea una de esas que los magos trocean en varias partes, pero estaría el coño en un trozo de carne, no tirado así como así, aunque ahora que lo veo desde otra pezpestiva, aquello parece una polla. O una viga. Joer, es que esto debería ser como el catálogo de Pikea, que te lo explica todo al lado. Aquí debería haber unas instrucciones para saber que cojones quería decir el autor. Cojones, claro, esto de aquí arriba son unos cojones, pero… ¿qué hacen tan lejos de la polla? ¿Sería el modelo deforme?...

-A ver,¿ permite?...
-¿Usted quién es?
-Yo soy una guía que voy a explicar este cuadro a esta excursión
-Ah, Yo es que soy el encargado de velar la seguridad del cuadro, ¿Sabe?
-Muy bien, ¿me permite?
-Si, claro claro
-Bueno, estamos ante “Boñigas en descomposición frente al cuartel de la benemérita de San Crispucio en una tarde lluviosa mientras el ocaso corta al mocoso” del insigne pintor Carlos Alfredo Sintex. Si una cosa tenía clara el autor era el elegir nombres larguísimos para sus obras, más que nada como respuesta a lo mal que lo paso en su época de estudiante al tenerse que aprender los nombres de las obras. Al ser un genio dilucidó que una manera de vengarse era esa, y así lo hizo. Es una manera más de demostrarnos su genio. En esta pintura se puede apreciar como con esos brochazos intermitentes y a la vez largos, sinuosos y a la vez sincopados, tortuosos y a su vez perifrásicos nos da a entender que en el periodo en el que la creó, los años 50, estaba demasiado enviciado con los efluvios de la trementina y el aguarrás. En la parte superior izquierda se ve claramente como una boñiga está levantando el vuelo en clara alusión al onírico mundo que rodeaba su mesa camilla. Como podrán apreciar, por todo el cuadro se ven sombreros de la benemérita, oficio de su padre. Le angustiaba tanto ese mundo que la primera multa que le pusieron, y como acto de rebeldía, no le dijo nada a su padre y la pagó, siendo aquello muy comentado en los circuitos del mundo del arte. Por supuesto, la elección del color no es casual. Siempre elige los que están de oferta en esos momentos. Por favor, síganme que tenemos poco tiempo y muchas obras de arte que comentar.

Joooeeeerrrrr, al final ni pollas, ni coños ni cojones. Boñigas. Si es que esto del arte es muy difícil. (Continuará)

miércoles, 26 de mayo de 2010

Asuntos con el Diablo



El teléfono sonó en la vieja casa. El timbre del mismo resonó por el vacio salón donde estaba situado y estuvo sonando hasta decir basta. Luis estaba dándose una ducha en aquel momento y tenía puesto un viejo Cassette de Metalica en una mini cadena que tenía en el cuarto de baño. Entre la música y el propio ruido de la ducha no oyó la llamada. Al otro lado estaba alguien angustiado, desesperado, sobresaltado. Estaba llamando desde una cabina telefónica y parecía que el mundo se le estuviera viniendo encima. Viendo que nadie contestaba, salió corriendo de la cabina.

Luis terminó de ducharse y estaba en su dormitorio mientras Metallica seguía a lo suyo. Él empezó a silbar al compás de una canción y se desenvolvió la toalla. Se miró en el espejo y empezó a meterse la barriga hacia dentro en un vago intento de disimular sus años. Soltó de nuevo la barriga y esta vez le dio unas buenas palmadas. Después estuvo manoseándose la polla para que agrandara y conseguido su objetivo se dirigió a la mesita de noche y rebuscó los calzoncillos azules que tanto le gustaba, pues sabía que se encontraban allí. En la calle estaba anocheciendo y el cielo estaba empezando a dar indicios de que iba a desatar con furia un buen temporal. Terminó de vestirse. Se echó after shave en cantidad considerable para desprender un buen aroma y terminó de odorizarse con una buena mojadura de colonia en spray. Cogió las llaves, la cartera, se dio un último retoque, apagó la mini cadena y se dirigió a la puerta de su casa. Cuando intentó abrirla vio que era infructuoso su esfuerzo, pues esta no cedía en su empeño de permanecer cerrada.
Pensó que podía estar cerrada con llave, que una vez dentro se la pudo echar sin darse cuenta, pero una vez introducida la llave se dio cuenta que no estaba echada. Se quedó muy extrañado, pensando en qué hacer y a la vez en qué había podido suceder. Se le ocurrió meter una tarjeta de crédito como había visto que hacían los cerrajeros. Lo hizo, pero del esfuerzo lo único que consiguió fue que se le partiera por la mitad. Entonces decidió llamar por teléfono a un profesional. Buscó por las páginas amarillas y llamó a unos pocos pero no le contestaba nadie. Mientras llamaba oía el tu-tu-tu de alguien que le estaba llamando. Era nuevamente la persona de antes, que cada vez que llamaba, se encontraba con el teléfono comunicando. Ello lo ponía cada vez más nervioso. Y cada vez corría más deprisa, como alertado por algo.

En la calle estaba empezando a llover y los primeros relámpagos estaban haciendo acto de presencia. Cuando Luis se empezaba a dar por vencido y a pensar que la noche ya se le había acabado se fue la luz de su casa. Comprobó el cuadro de luz, pero allí estaba todo en orden. Sería un apagón general, o al menos por su barrio. Se asomó a la ventana y vio como toda la calle estaba a oscuras mientras se empapaba del agua de lluvia. Cogió su mechero y empezó a buscar unas velas que creía conservar, pero ya no las tenía. Al rato recordó que se las había llevado su hermana porque les hacía falta para una sesión de espiritismo. Pensando en ello se empezó a reír principalmente por la candidez de su hermana por creer en bobadas como esas.

De pronto el cielo se puso blanco iluminando la estancia donde estaba Luis y dejó ver lo que parecía una sombra moviéndose. Será un coche que pasaba, pensó Luis. Pero al momento no era un coche lo que pensaba su mente, sino que ya era un ladrón lo que la ocupaba a grandes rasgos. –¿Hay alguien ahí? –dijo con voz temblorosa pero recibió el silencio por contestación. Al rato sonaron los ladridos de unos perros callejeros. Pero de indicios de que alguien más pudiera estar en el salón, nada.
Cuando más silenciosa estaba la escena sonó de nuevo el teléfono. Esta vez si iba a contestar, pero al ir a cogerlo dejó de sonar. Al otro lado seguía estando la persona que, presa de un ataque de nervios, esta vez no espero que sonara el teléfono y salió nuevamente corriendo. Corrió y corrió hasta que llegó a la vieja casa a la que estaba intentando llamar. Esta vez estaba algo cambiada porque la puerta de entrada estaba abierta. Entró y encontró a su cuñado tumbado en el suelo con la barriga perforada y ensangrentada, dejando una gran mancha de sangre en el suelo del salón. Llamó a la policía y confesó que había encontrado a su cuñado muerto por culpa de su mujer, que ella había hecho una sesión de espiritismo pidiéndole al diablo que acabara con él, pues desde que habían muerto sus suegros se había quedado la casa que pertenecía a los dos hijos y quería su mujer que muriera para recibir el dinero que le pertenecía. Que de todas maneras su cuñado era un yonqui y no se merecía vivir.

Como estaba claro, con esas acusaciones no se iba a culpar a nadie, por lo que el primer sospechoso fue el cuñado. El caso fue a parar al inspector Gálvez, un policía gordo que había perdido el interés por la justicia, pero que tenía en su equipo a un joven subinspector, Jiménez que se tomaba muy en serio su labor. En la casa no había ninguna huella y el móvil del robo quedó descartado porque Luis era más pobre que las ratas. La casa en si no valía nada, porque era muy vieja, pero el solar estaba en una calle muy céntrica y valía su peso en oro. Empezaron a barajar la hipótesis de lo sobrenatural e hicieron sesiones de ouija y grabaciones nocturnas por un equipo de supuestos expertos. La conclusión fue inconcluyente, por lo que el caso se fue dejando de lado con el pasar del tiempo.

Pero si de una cosa está llena la policía es de soplones, y un buen día llegó un tal Maraniños al despacho del subinspector Jiménez y le contó lo que a su vez le había contado un tal Jaramillo. Resulta que éste se dedicaba a cobrar a los que se excedían en el tiempo a pagar las sustancias que vendía Don Genaro, un mafiosillo conocido del barrio de la Malcarrota. Pues estaba un gordo conocido por “Jopaiflas” pero que en realidad se llamaba Luis que le debía sus buenos doce mil euros a Don Genaro. Éste harto de intentar cobrar su deuda sentenció su muerte y mandó a Jaramillo a su casa a que lo reventara a navajazos. Fue y entró en su casa con una ganzúa, dejando el cierre maltrecho impidiendo que se pudiera abrir la puerta. Esta fue la fatalidad que impidió salir con vida al pobre Luis, pues su verdugo es conocido por darle bien al aguardiente y esa tarde había tomado sus buenas veinte copas y mientras esperaba a Luis, se quedó dormido. Fue el trueno que acompañó al rayo lo que lo despertó, pues antes del rayo que iluminó toda la casa hubo una serie de otros más cortos pero con sus correspondientes truenos y uno de ellos lo despertó. Para salir de la casa simplemente le pegó una patada a la puerta.

Así fue como se resolvió el caso. Por culpa de su marido, la hermana de Luis es un poco más adinerada, pero en su barrio la miran con otros ojos. Es lo que tiene mezclarte con el diablo.

martes, 11 de mayo de 2010

Despedida de soltero



Oh, que bien me lo estoy pasando. Mi despedida de soltero está resultando genial. Se están portando todos fenomenalmente, no hay problemas. Y la semana que viene estaré casado con la mujer que más amo. ¿Qué más se puede pedir? Nada. Seguiré pasándomelo bien y dejaré de pensar.

-¡Por mis amigos!...

Al cabo de diez horas de aquel pensamiento…

Aggghhh, como me duele la cabeza… ¿dónde estoy?, espera, esto, esto, esto es un tren. ¡Que hijos de putas!... ¿Qué me habrán echado a la bebida? , ¿cómo me han dejado en un tren los muy hijos de su madre?, ¿cuánto rato llevaré aquí?, ¿a dónde se dirigirá este tren? Voy a buscar al revisor a que me aclare esto. ¿Dónde estará el revisor?, llevo ya tres vagones recorridos y no lo encuentro. Ah, ahí está.

-Buenas noches. ¿Hacia dónde se dirige este tren?
-Buenas noches. A Francia.
-¡Coño!, perdone, ¿Y por dónde estamos?
-Por Huesca. A ver me da su billete.
-¿Mi billete?, si, mi billete… esto, mi billete, je, cuando se lo explique se va a reír. Voy a buscar no obstante, no sea que… no, no, no… ¡que hijos de puta!, mi cartera… Verá, se va a reír… Yo soy el novio que se casa la semana que viene y en una despedida de solteros, vamos, la mía, pues que me han hecho una putada los amigo y me han montado al tren sin billete y sin cartera… je, je, je, je… ya le dije que se iba a reír.
-Pues sin billete no puede estar aquí. Y dice que no me puede abonar el precio del mismo ¿no?, pues lo siento mucho, pero en la próxima estación se tendrá que bajar.
-En la próxima estación… si, si, vale. ¿Qué será, Huesca?
-Huesca la hemos pasado ya. Pararemos en Sabiñanigo.
¿Qué será eso de Sabiñanigo?… bueno, espero que tenga comisaria de policía y me pueda comunicar con mi familia para que vengan a por mi.
-No se mueva de aquí, ya le diré cuando se ha de bajar.
-De acuerdo, gracias.

Al rato llegó el momento de bajar. Eran las cuatro de la madrugada y la estación estaba en la quinta puñeta del pueblo. Hacía un frio que calaba hasta los huesos y yo sólo llevaba una camisa de manga larga. Estaba aterido cuando de pronto vi a un hombre de unos cincuenta años más o menos. Iba andando encorvado y en su mano llevaba unas ramas. Me dispuse a preguntarle en qué dirección estaba la policía.

-Buenas noches, buen hombre. ¿Me puede indicar usted cómo ir al cuartel de policía de este pueblo?
-Quiá, eso está mú lejos, maño ¿En qué los necesitas?
-Es que tengo que hacer una llamada telefónica a mi familia a Madrid para que vengan a por mí. Es muy largo de explicar…
-Quiá, pá eso en te vienes pá mi casa pal teléfono y enllamas. Vente p acá, ensígueme, que en vivo cerca. Esto que enllevo es pá la chimenea.
-No quisiera molestar…
-Que enmolestia ni que ochos cuartos. Anda y ensigueme.

Y lo seguí. Lo que él decía cerca debió ser como unos cinco kilómetros subiendo montaña arriba hasta llegar a una casa de piedra que parecía llevar allí siglos y siglos solitaria como aquel pueblo al pie del valle.

-Enpasa que aquí no encomemos a nadien, lo que enpasa es que envivo sólo, ¿ensabes? No ha habío moza tó lo enbuena pá mi, y envivo mú a gusto.
-No se preocupe. ¿El teléfono?, no me ha parecido ver cables por su casa.
-Enclaro, porque no entengo ni luz, ni teléfono ni ná. Pero no te procupes, que enno te va a cer falta llamar.
-¿Por qué dice eso?
-Toma el listo, pues porque envas a morí. No, no hace enfalta que encorras pá la puerta, que la encerrao con llave. Y engrita to lo que quieras, que ennadie te va a oir.
-Maldito lunático, pero, pero, ¿yo que te he hecho?, pero si yo lo único que quiero es hacer una llamada telefónica. Y los hijos de putas aquellos estarán tan ricamente o durmiendo o bebiendo… ah, es una broma ¿verdad?
-¿Embroma? ¿emporqué iba yo a bromear? No, maño, es que te ha llegao la hora. Quería probar lo que es enmatá a un hombre porque enmatá a mujeres ya lo se ¿sabes? Y enmatá ovejas, pero un hombre, no. Y has llegao tu. Pero si no llegas a llegá tu, hubiera io a la capital a matá a un hombre. ¿Enquieres un café?
-Yo lo que quiero es que me dejes en paz. Por favor, mis padres tienen dinero. Yo me encargaré de que te paguen bien si me dejas marchar. No le diré a nadie nada. Pero por favor, déjame marchar.
-Pues yo enme voy a prepará un café.

Dios, este argumento parece sacado de novela barata. Se ha escrito sobre él hasta la saciedad, pero no me imaginaba que iba a vivirlo en primera persona. Y el muy cabrón se ha preparado un café como si tal cosa. Y esta casa no tiene una miserable ventana. Y lo mal que huele. Apesta. Él apesta. Yo mismo apesto. Que pesadilla estoy viviendo. Debe de ser un mal sueño. Otro recurso de novela barata. ¿Por qué a mí? Esto ha de ser idea del Rafa, seguro. Como lo pille, lo mato.

-¿Cómo quieres enmorir? Yo siempre enmato ajogando, pero si entienes preferencia por otra encosa, me da igual, pero ajogao es limpio, ¿ensabes?, no endejas sangre y yo tengo las manos enfuertes . Si, te voy a matá ajogao. Pero estate enquieto, leñe, no me empongas las encosas deficile.

Yo no paraba de moverme por la estancia. Le tiraba cuanto me encontraba en mi camino. No quería morir. Pero si la semana que viene me voy a casar con la mujer que más quiero… Pero en un descuido me pilló y era verdad que tenía las manos fuertes, apretaba y apretaba y cada vez me costaba más respirar, hasta que no conseguí ingresar un mísero átomo de oxígeno a mis pulmones, y al minuto vi como mis fuerzas se iban mermando, como mis brazos iban pesando cada vez más, como mi cara se desencajaba, como mis ojos se iban hacia atrás, como mi alma iba descomponiéndose en mil pedazos y en ese momento en el que el esfínter se afloja para hacértelo todo encima noté como mis pulmones empezaban a cumplir su función de nuevo, mis ojos volvieron a su posición, mi cara recuperó su forma, mis brazos dejaban de pesar y mis fuerzas se iban recuperando. Cuando pude ver a mi alrededor vi como el hombre se sujetaba fuertemente el pecho izquierdo con su mano derecha mientras estaba de rodillas en el suelo. Al momento, cayó en el suelo, pegó cuatro o cinco latigazos y dejó de moverse. Yo sin pensar en nada más que en mi libertad, le busqué la llave, abrí la puerta y salí corriendo de allí. Encontré el cuartel de policía, llamé por teléfono a mis padres que ya estaban preocupados por mi tardanza y vinieron a buscarme. Cuando llegué a Madrid mis amigos me confesaron que lo hicieron todo porque Rafa se lo ordenó, y Rafa es alguien que sabe imponerse. Lo busqué a su casa y le pegué un puñetazo en la cara. Le dije que no quería volver a verlo nunca más en mi vida y me casé. Con el tiempo llegué a olvidar la historia hasta que leí en el periódico que había una serie de asesinatos de prostitutas en Zaragoza y aun no se había podido coger al asesino. Recordé todo lo que pasé con aquel tipo e incluso llegué a pensar si realmente murió o si era él el culpable de esas muertes. Pero la verdad es que era algo que ya no me importaba. Porque yo estaba vivo. Y eso era lo que me importaba.

lunes, 10 de mayo de 2010

Paula la poetisa



Esto de ser un marginal es una mierda. Y si encima tienes amigos que te meten en compromisos, más todavía. Yo tengo una amiga que hace sus pinitos en… la verdad es que no sé cómo calificarlo; dejémoslo en garabatear páginas con poesía. Y claro, mi amiga tiene amigos que se dedican a eso mismo que de vez en cuando se reúnen para dar recitales, conferencias, en fin, escusas banales para luego comerse unos canapés regados con vino con los dineros de cualquier subvención local. Yo no me quejaría si no me metiera en sus mamonadas, pero la muy hija de su madre insiste en que debo ir con ella a esos “happenings” como le gusta llamarlos, para que me culturice y tal. Como si no tuviera bastante cultura con lo que leo y cago, que encima quiere que aguante la tabarra de esos mindundis de tres al cuarto. Siempre me he escaqueado con mil y una escusas, pero el repertorio se me ha agotado el día que ella misma presenta sus escritos. Me cago en todo, bendita la hora que se me ocurrió meterle un par de polvos a la niñata, pero se ha encaprichado conmigo y no me queda más remedio que acceder. Si después de tragarme todo este asunto no follo con ella, la mando a tomar por culo. Son las cinco y he quedado a las siete. Me queda tiempo de sobra para arreglarme. Me voy a poner la camiseta rosa que pone en letras grandes “If asshole, eat my cock”. Yo creo que es poesía, los vaqueros negros y para dar un toque intelectual me pondré las botas con las punteras de acero.

Las siete. Ding Dong.

-Hola guapísima.
-Pero, pero, ¿tu no pensarás ir así, no? ¿aun no te has cambiado, verdad?
Maldito género femenino, pensé, siempre imponiéndonos cómo o qué hacer.
-Claro, ¿no estoy bien?
-Hombre, para ir a quemar cajeros automáticos, estás cojonudo, pero para ir a mi lectura de poesía desde luego que no. Y no pienses por un momento que te voy a dejar ir vestido de esa manera tan “peculiar”, amigo, así que ya te estás cambiando.
Maldita sea, cambiarme otra vez, con la pereza que me da. -¿Y según tu, qué me pongo?
-Ponte los vaqueros azules, esos que te hacen un culo tan bonito y la camisa blanca ajustada, la que te marca pectorales.
-Si, bwuana.

El Happening de los huevos.

Bueno, ya estamos aquí. Que rara va vestida la gente. Aquí hay más camisetas de rayas que en una prisión. Y tienen que estar todos o más cegatos que un topo o ser solidarios con la causa óptica, porque todo Dios lleva gafas. Y qué curioso, ninguna es de montura metálica, todas son de plástico o como demonios se llame ese material. Y que posturas más raras tienen. Parecen modelos de un gran almacén.¿ Y por qué llevaran todas las tías bufandas? Pero si estamos en abril. Y todo Dios fuma. ¿Y por qué fruncen el ceño cuando le hablan? ¿Seguro que estoy en el planeta Tierra? ¿Y esta tía dónde cojones se ha metido? Ah, ahí está. Parece la única habitante de mi planeta. Bueno, parece que alguien se acerca al micrófono. Veremos de que van estos marcianitos.

-Hola, hola. ¿Me se oye? Jajajajaja, es broma, mis queridos discípulos de las barcas del rocío pragmadiano. Hoy es un día especial, un día en el cual nuestros amigos, verdaderos artistas de la poesía más viva de nuestro tiempo pero que seguimos en los circuitos underground porque ninguna editorial sabe apreciar el verdadero arte que brota de nuestros sentimientos más profundos, ¿verdad amigos? (aplausos) pero es en estos circuitos donde brilla el halo de luz más esperanzador que haya visto cuna alguna, nuestros bardos amigos, aquellos que por el simple hecho de sentir su arte volar por entre los oídos de los aquí presentes ya se sienten reconfortados, porque lo que es cobrar, no cobran, jajajajajaja (el público rie). Sin más dilación, que empiece a brotar el arte (aplausos).

Joder, joder, joder, que retahíla de gilipolleces que ha dicho el colega en un momento. Madre mía, dame fuerzas para aguantar este truño. Jodeeeer, ¿qué cojones es esto?, si parece una muerta en vida. Está más pálida que el papel con el que me limpio el culo. Madreeeeee, de esta fantasma no puede salir nada bueno.

-Buenas noches, hijos de la cruxificción. Como no tenemos mucho tiempo y somos muchos los que vamos a recitar nuestros poemas, voy a empezar ya. ¿Se me oye bien? (silencio generalizado) bien, voy a empezar:

Los cristales rotos me atraen
como la lechuga al caracol,
con ellos mi vida daré fin,
feliz con ellos seré pues.
Es fácil encontrarlos por doquier,
sólo has de mirar con inquietud
ya que no es mi aptitud más
que cortarme las venas con ellos

-Gracias (aplausos)

¿Pero esto que puñeta es? ¿De qué párvulo lo ha robado? Y la gente la aplaude… coño, si soy el único que no aplaude, pero vamos a ver, que soy ¿el único sincero de toda la sala? Y esta tía dónde cojones estará. Yo me voy de aquí. Al venir vi un bar donde me podré tomar trescientas cervezas que me haga olvidar este bodrio. Venga, ya sube otro. Este tiene pinta normalita. A ver con que nos sale.

-Hola, buenas noches, mi poema empieza así:

Dónde está mi cordura, dónde que no encuentro más que locura,
dónde está mi cintura, dónde que no encuentro más que gordura,
en los paseos que doy por la castellana un globo vi que se levantaba
alzado por el viento gravitaba como un átomo de materia infinita
que se consume en la profundidad de mis intestinos palestinos,
dónde está mi cabeza, dónde que no encuentro más que lefa,
los chicles son devorados con ansia transia pansia mansia,
dónde está mi cerebro, dónde que no encuentro más que cuernos.
El diccionario se come las palabras y devora los verbos y adverbios
mientras en china matan musarañas con seis patas.
Dónde está mi polla, dónde que no encuentro más que coño,
dónde está mi pie, dónde que no encuentro más que hiel.

-Gracias (aplausos)

Definitivamente yo no pertenezco a este planeta de subnormales. ¿Cómo cojones se puede aplaudir semejante vómito? Y mira, la gente le da la enhorabuena y le comenta que es un poema muy bueno, ¿pero qué coño comen esto marcianitos? Que les den por culo a todos, yo me voy al bar a ponerme hasta el culo de cerveza.

Cuando iba por la decimoquinta cerveza suena el móvil. Era Paula, que no me veía por ningún lado y que estaba a punto de leer su poema. Suspiré, me bebí lo que me quedaba de la cerveza del tirón, pagué y me fui a Marcianolandia a ver si ella era un poco más decente o igual de gilipollas que ellos. Crucé los dedos y pedí que el coño donde metí la polla fuera decente. Entré en Londres por lo ahumado del garito y me puse en el mismo sitio, al lado de los mismos notas, suspirando y esperando a Paula. Empezaron los aplausos y la coba a uno de ellos, de los marcianitos. Dios, que Paula no sea una marcianita también.

-Hola, buenas noches. Me llamo Paula y os voy a leer mi poema titulado “Corrupción”. Se lo dedico a Marcos, que ha venido acompañándome.

Tierra trágame.

Corrupción no es solo que te den dinero bajo cuerda
O mangar de las arcas de tal o cual. Corruptos sois
Vosotros, que componéis una mierda pinchada en
Un palo y os dais palmaditas en la espalda creyéndoos
Superiores.

So atajo de gilipollas. Que ya tengo contrato con una editorial porque escribo poemas de verdad. Que os den por el culo.

En ese momento no me podía creer lo que estaba pasando, y mezcla por la borrachera, mezcla por las cervezas que bebí, tenía unas ganas enormes de mear. No hice otra cosa que ponerme al lado de ella, coger el micrófono y decir:

-Hola marcianitos, soy el Tomás que ha venido acompañándola. Y me meo en todos vosotros. Y me saqué la polla y meé allí mismo. Fue espectacular. No recuerdo una meada tan larga. El río de meados serpenteaba por todo el garito. Nos cogimos de la mano y salimos a la calle. Yo aun tenía la polla fuera, hecho que me di cuenta cuando gritó una mujer al vérmela en la calle. Después de todo esto la cabalgué salvajemente y echamos un pedazo de polvo. Bueno, miento. Fueron tres, pero es que a mí no me gusta presumir de ello.

martes, 20 de abril de 2010

Uno de esos putos dias. Relato trágico muy corto


Hoy me encuentro fatal. Tengo la sensación de que dieciséis putos elefantes me han pasado por encima y me han cagado en todo lo alto. Debo dejar las drogas, la bebida, las mujeres y el puto azathoiprine. Me cago en todo lo que se menea, de ayer no recuerdo casi nada, sólo recuerdo que estuve en el Mora tomando cubatas como un descosido y que me saque la polla en la plaza de los exiliados pero poco más. Joder, otra vez sacándome la churra. Que le den por culo a todos. Los que la hayan disfrutado eso se habrán llevado. Vaya mierda, no me queda café. He de ir a lo de Abundio a comprar más. Pero ahora no tengo ganas, me duele la cabeza como si una banda de trombones me hubiera tocado encima la 5ª de cualquier mierda de esos compositores de los que ellos toquen. Me cago en la puta, tampoco me quedan ibuprofenos. No me quedan aspirinas, ni tranxilium, ni paracetamol, ni alka seltzer, no me queda nada en este puto piso. Joder, ni un mísero átomo de coca, ni un pellizco de maría, ni un cagarro de mierda, ni un culín de whisky, ¡ni una puta cerveza coño! Me voy a duchar a ver si me queda algo en el cajero, eso si no lo fundí todo anoche, y tal como están las cosas no lo veo difícil.

Maldito sol de los cojones, ni con las gafas de sol me puedo librar de él. Joder parece que me bota una pelota en la cabeza. Maldita sea, ahora me he dejado la cartera en el piso, ¡vaya mierda!

domingo, 18 de abril de 2010

In vino veritas


No encontraba la inspiración por ningún lado. El periódico esperaba un artículo mío para el dominical y no sabía de qué iba a escribir. Las puñeteras musas me habían dado de lado esta vez y por primera vez en mi vida no sabía configurar un texto con vida propia. Miraba y miraba libros en casa pero tenía la sensación de estar mirando hojas en blanco. Navegaba por internet en busca de alguna chispa que iluminara mi albo trabajo pero todo era en vano. Todo lo que encontraba me sonaba ya y no quería ser un segundón, escribir sobre lo ya escrito. Quería escribir algo nuevo. Joder, nunca había tenido problemas. Hasta esa semana, nunca. Entonces me dispuse a salir a la calle en busca de algo de inspiración.

En la calle, la misma rutina de siempre, gente anónima caminando en busca de su definición de vida, coches circulando envenenando el aire que respiramos, perros defecando en la acera como si de un amplio WC se tratara, niños jugando en maltrechos reductos que delimitan su pueril imaginación, mujeres gritando haciendo ver que existen, taxistas en busca de ilusos a quien perder por la urbe, vendedores de ilusiones perdidas, gentío insulso a fin de cuentas.

Iba por la plaza de los exiliados cuando reparé que en una esquina había un hombre de edad adulta pidiendo. Era la primera vez que lo veía. Rebusqué entre mis bolsillos en busca de algunas monedas para ejecutar mi buena acción del día y me dirigí en su dirección para depositarlas en un vaso de plástico que llevaba en su mano derecha.

-Aquí tiene, buen hombre-le dije mientras depositaba las monedas en su vaso.

-¿Cómo sabe usted que soy un buen hombre?-me preguntó.

-No lo sé, solo lo intuyo-le contesté algo sorprendido por su pregunta.

-Ah. No debería hacer usted juicios de valor sobre todo de personas que no conoce-dijo a su vez.

-No le comprendo. No sé a dónde quiere llegar. Yo sólo le he depositado unas monedas y ya está.

-No solo ha hecho eso, si no que ha emitido un juicio de valor. Y no me diga que miento por que yo lo he oído con estas dos orejas.

-Oídos, me ha escuchado por los oídos. Las orejas no oyen-le corregí.

-Encima se cree con propiedad de corregirme. Sepa usted, Don señor culto, que yo he sido una eminencia del saber.

-No se lo discuto. Ahora, si me perdona, voy a seguir por mi camino.

- Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

-Vaya, Machado-observé yo.

-Ya le he dicho que he sido una eminencia, lo que pasa es que los derroteros de la vida me ha llevado por los oscuros pozos de ella, y ahora me veo en estas condiciones, pero sepa usted que yo he recitado poesía ante embajadores y reyes, ante doctores y eruditos, ante príncipes y ministros, y no solo me han aplaudido, si no que me han apoleado hasta las más altas instancias de la vida cultural del país.

Vaya, un loco, pensé para mí. El hombre presentaba todos los aspectos de un viejo alcoholizado. La nariz llena de venillas, los mofletes rojos, los labios hinchados, los ojos hundidos. Iba a emprender mi camino cuando me paró con su mano temblorosa y me preguntó:

-¿Usted cree en Dios?

-No sabría qué contestarle.

-Eso no es una respuesta, o se cree, o no se cree. Esa mierda de creer a medias que se han inventado los agnósticos, se la pueden meter por el culo.

-Bueno, si le soy sincero, no creo, no.

-Lo sabía, se le ve en la cara. ¿Sabe usted que tiene cara de ateo?

-Vaya, no creía que eso fuera algo que uno fuera enseñando sin querer.

-¿Sabe usted que es para mi Dios?

-Supongo que el padre de todos nosotros, ¿no?

-Para mi Dios es este cartón de vino.

Y me enseñó un tetra brick de vino que llevaba guardado en uno de los bolsillos de su chaqueta.

-No le comprendo-espeté yo con toda mi incredulidad.

-Yo se lo explico, joven. Dios es verbo y virtud, todas las cosas buenas que nos suceden, y se puede materializar en cualquier cosa, ¿no?, pues para mi todas esas cosas es un cartón de vino. In vino veritas.

Y se largó. Y la verdad es que me vino bien hablar con aquel tipo, porque me hizo escribir el artículo para el dominical; y no es otro que el que acaban de leer.

lunes, 12 de abril de 2010

Enma


Fuera hacia un día de perros. Andrés se encontraba recostado en el sofá sumido en sus pensamientos cuando sonó el móvil. Por el tono de llamada sabía que era Enma. No tenía ganas de hablar con ella e hizo caso omiso a la llamada. Cuando dejó de sonar pasó unos segundos y volvió a sonar la misma melodía. Así se repitió la misma música hasta cinco veces. Él estaba muy dolido con ella por lo que le dijo la última vez que se vieron. Seguramente ella estaría llamando para pedirle perdón o para preguntar cómo se encuentra o simplemente para saber si se le ha pasado ya el enfado. Las relaciones de pareja funcionan así; unas veces se enfada uno, unas veces otro y luego llega el consabido turno del perdón y olvida. Pero Andrés en ese momento no estaba para perdonar y mucho menos para olvidar. Estaba escuchando como la lluvia iba marcando su compás en los cristales de la ventana cuando empezó a rememorar lo ocurrido con Enma.

Fue el domingo pasado cuando ella decidió ponerse el jersey gris marengo que él le había regalado por su cumpleaños hacía ya un año y dos meses. Él pensaba que el tono del jersey le haría resaltar el azul de los ojos de Enma, pero cuando vio que no se lo ponía nunca, simplemente llegó a olvidarse que se lo había regalado. Fue entonces una sorpresa para él verla aparecer con su jersey y efectivamente, le hacían resaltar sus ojos. Felices los dos, decidieron ir a la cafetería Mora a tomar un café. Allí se pidieron un café con leche él y uno solo ella. Hablaron de sus cosas, de sus proyectos en común, de sus idas y venidas. Cuando se tomaron los cafés decidieron dar una vuelta por el paseo de los exiliados. Era un domingo soleado de febrero, y el sol de la tarde estaba ya despidiéndose con sus últimos racimos de luz.
Anduvieron y anduvieron por la plaza cogidos ella por el hombro y él del talle, con fugaces besos en los labios que dejaban adivinar su amor. Pensando en ello, desde la soledad de su piso, Andrés no pudo reprimir que las lágrimas empezaran a brotarles por sus ojos. Ojalá se pudiera quedar con aquella estampa, pero lo amargo vendría después.

-Tengo algo que decirte-le dijo ella con un profundo suspiro y él le contesto que esperara a que llegaran al piso, que tenía una sorpresa para ella, pero le respondió que no podía esperar más, que le estaba quemando las entrañas y tenía que decírselo.-¿Qué es lo que no puede esperar?- le preguntó a lo que ella le contestó que si recordaba la fiesta que dieron sus amigas y ella en el piso de Raquel –Ah si, la que sólo podían ir mujeres- le interrumpió él y ella continuó diciendo que si, que era esa, solo que le había mentido, que no era sólo de mujeres, que fueron unos chicos que conocía Raquel y Laura. –Ah, así que me mentiste- dijo en un tono grave Andrés y ella se quedó un instante mirándolo y le preguntó muy seria que si sabía que le quería mucho, que él era el amor de su vida, a lo que él contestó –No sé a qué viene todo eso. Enma le aclaró que venía a que se emborrachó y folló con uno de aquellos chicos. De pronto él se quiso morir. Le dijo que le dejara en paz y que su historia se había acabado. Y se fue.

Otra vez sonó el móvil con la melodía de Enma. Y Andrés se quedó mirándolo y volvió la mirada hacia la mesita donde tenía la lamparita del salón. En ella había una cajita negra que escode en su interior la sorpresa que le iba a dar el domingo a Enma. La coge, la abre y saca de ella un pequeño anillo de pedida. Lo observa durante un rato y lo vuelve a meter en la caja dejándola nuevamente encima de la mesita. Bueno, ella se lo pierde, pensó.

jueves, 8 de abril de 2010

Mónica


Julián iba conduciendo por una carretera comarcal hacia su pueblo. Estaba cansado de viajar durante todo el día por malas carreteras y no veía la hora de llegar a su casa. Ya le quedaba poco para estar cómodamente relajado en las burbujas de su hidromasaje. Sólo un par de kilómetros más. Ya hacía rato que la noche había hecho acto de presencia y sus párpados cada vez luchaban más tenazmente por mantenerse abiertos. A lo lejos le pareció ver una figura andando por el arcén. Qué raro, pensó. A esas horas le pareció raro que alguien hiciera autostop y más aun que anduviera por esa carretera tan solitaria. Conforme se iba acercando logró distinguir lo que era una silueta femenina, y cuando pasó a su lado cayó en la cuenta que la conocía llegando incluso a pronunciar su nombre. Por su indumentaria era innegable que estaba ejerciendo la prostitución.

El siguiente día era festivo, y Julián estaba en una terraza tomándose una cerveza con unos amigos. Uno de ellos le explicó que Mónica, una antigua novia de Julián estaba saliendo con un conocido ladronzuelo del pueblo, y todos se echaron a reír. Julián calló en aquel momento que la noche anterior la había visto en la carretera en busca de algún cliente. La conversación derivó al instante en un tal Pedro, un compañero de la época de la mili de uno de ellos al que le pusieron el mote de “polla tortuga” porque tenía el pene tan pequeño que en la ducha al contacto con el agua le retrocedía hasta desaparecer. Todos rieron con la anécdota. Siguieron bebiendo cerveza y cada uno contaba sus cosas.

Al anochecer, Julián cenó con su esposa pero esa noche estuvo más callado que de costumbre. Estaba como ido, como pensativo, como en otro lugar. Su mujer no le hizo caso. Hacía tiempo que no le importaba lo que su marido hiciera. Su profesión de representante hacía que pasara muchas horas fuera del domicilio conyugal y ella se acostumbro a él como si fuera una figura espectral. Entre los dos retiraron la mesa y limpiaron los enseres. Vieron un rato la televisión y se acostaron en el más absoluto de los mutismos. Esa noche, Julián no podía conciliar el sueño. Había algo que lo perturbaba, y ese algo estaba en el kilómetro uno de la comarcal 324. Silenciosamente se levantó de la cama, fue a la cocina y apareció en la habitación con una sartén con la que le dio a su mujer en toda la cabeza. Dejó caer la sartén en la cama y se vistió. Puso otra vez el utensilio en la cocina y cogió las llaves del coche junto a las de la casa y salió a la calle. Se montó en su coche y puso dirección a Mónica. Una vez llegó a su altura, bajó la ventanilla del coche y echando la cabeza hacia atrás, como en un acto reflejo para que ella no lo reconociera, le preguntó cuánto. Ella contestó que treinta euros y él le respondió que de acuerdo. Se montó en el coche y le dijo que en el coche no lo hacía, que había que ir a un cortijo abandonado a unos quinientos metros de allí, que ella le guiaba, a lo que él le respondió que de acuerdo. Arrancó el coche y siguió las indicaciones de ella. Al llegar al cortijo se bajaron y entraron. El cortijo estaba medio derruido, con el techo prácticamente desaparecido. En lo que él supuso que sería la estancia principal encontró un colchón viejo y lleno de manchas. -¿Hay no querrás que me tumbe, no?-preguntó Julián a lo que contestó Mónica que no se preocupara, que no iba a hacer falta. Él se quedó extrañado ante la respuesta cuando de una estancia adyacente salió su novio con una navaja en la mano amenazándole con que le diera todo lo que llevaba encima o le rajaba de arriba abajo. Julián se quedó atónito, pero reaccionó plantándole cara, más que nada porque recordó que se había olvidado de sacar del maletero su cartera del trabajo y en ella había por lo menos tres mil euros. Forcejearon durante un rato y el proxeneta le asestó una puñalada en todo el corazón que mató en el acto a Julián. Cuando lo vieron caer, cogieron su cartera, las llaves del coche y se fueron con él de allí.

Tardaron dos días en encontrar a Julián. Su mujer se despertó al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza, pero se tomo un ibuprofeno pensando que era una de sus jaquecas. Al no ver a su marido pensó que se había ido al trabajo sin despedirse, como era su costumbre desde los últimos años. Cuando no llegó por la noche, llamó al trabajo por si había ido lejos e iba a pernoctar fuera. En el trabajo sin embargo lo que hicieron fue preguntar por él, puesto que ese día no había ido a trabajar. Al día siguiente un hombre que salió a pasear por el campo y entró al cortijo a hacer sus necesidades se encontró de bruces con el cuerpo. Llamó a los municipales. Fueron ellos los encargados de dar la noticia a su mujer, y ella sólo dijo un: -Ah, vale. En cuanto a Mónica y su novio, dicen que lo han visto por el pueblo vecino.

miércoles, 7 de abril de 2010

María


Esteban miraba al sol con cara extrañada. Alguien le había dicho que era una estrella, pero él no podía creérselo, porque lo veía de día, y como todo el mundo sabía, las estrellas sólo se podían ver de noche. Esteban estaba seguro de que el sol era un planeta, como la luna. Miró su reloj y se dijo que era tarde. Ya pasaban de las 18:30 horas y él había quedado a las 18:00 con María en la esquina de la cafetería Mora. Había planeado muy bien que tema de conversación iba a tener esa tarde con ella, ya que en la última cita lo fastidió todo por no saber quién era Ricardo Bustillo Pérez, el último ganador de mira quien canta. Y es que Esteban era tan pobre que ni un televisor podía permitirse. Pero quería parecer intelectual ante María y había comprado el último número de la revista Mes intentando recordar cifras y fechas, nombres y apellidos, programas y entrevistas para estar a la altura de ella. Ya sólo faltaba que ella llegara, y es que María era la mujer de los sueños de Esteban, algo más bajita que él, cualidad que veía imprescindible, con el pelo rizado a media melena y de color rubio, aunque seguramente no era ese su color natural, como dejaba entrever sus morenas y pobladas cejas. Sus ojos de color avellana, su nariz pizpireta, sus labios finos pero apetecibles, sus orejas simétricas, sus hombros algo caídos pero que pasaban desapercibidos por la protuberancia de sus senos, su estrecha cintura que se depositaba en un respingón culo, hacia de ella una mujer muy apetecible para el género masculino. Por eso cuando María se ponía ropa ceñida, Esteban se moría de los celos y no estaba más que atento a las miradas de los hombres que no paraban de disfrutar semejante gracia. Y ahora mismo lo que estaba era de los nervios por la tardanza de ella. Si al menos le hubiera llamado al móvil para decirle que llegaba tarde, pero no. Ya se sabe, quien espera, desespera.

Al fin, a las 19:00 llegaba María. Se dieron dos besos en ambas mejillas y se dispusieron a entrar en la cafetería Mora. A la pregunta del camarero, Esteban pidió un cortado y María un café con leche. Bueno, pensó Esteban, ya va siendo hora de que ponga a prueba lo aprendido.

-¿Sabes, María?, Hoy te va a costar más trabajo dejarme sin saber que decir-dijo enorgullecido Esteban.

-¿Ah, si?, me alegro, pero es que hoy tengo un poco de prisa ¿sabes? Había quedado contigo precisamente para decirte una cosa-dijo un poco ruborizada María.

-Bueno, pues ya sabes, soy todo oídos-dijo nerviosamente Esteban.

-Espera, chiquillo, que aun no han traído ni los cafés-dijo en tono gracioso María.

-Vale, vale, pero hoy podemos hablar si quieres de Fernando Quintanosa…

-¿Quién?-le interrumpió ella.

-Si mujer, el torero que se ha casado con la mecánica de bicicletas, el Fernando Quin…

-Ni idea-le volvió a interrumpir.

-Ah. ¿Y de Juan Ignacio Madroño?-preguntó Esteban.

El camarero traía los cafés y los depositó equivocadamente a cada uno de ellos. Corrigieron el error y Esteban continuó con su conversación.

-Juan Ignacio Madroño, el que sale con la presentadora del, ay, como se llama, esto…el…si mujer…el…videos de infarto, ese-dijo atolondradamente Esteban.

-No sé de quién me hablas-dijo ella tras tomar un sorbo de su taza.

A Esteban se le estaba acabando los recursos. No entendía que podía estar fallando. Pero si ella le habló de un famoso, ¿cómo es que ahora no entendía de ellos? Notaba como se estaba acalorando y le subía las pulsaciones. Tomó un sorbo de su cortado y se quedó callado. Creyó que era lo mejor. Que esperaría que ella hablara. Pero no habló ni una palabra. Seguía tomando sorbos de café y mirando hacia los lados, como si estuviera incómoda en aquella situación. Esteban empezó a notar cómo le sudaba la espalda por debajo de su camisa. Quería que la tierra le engullera allí mismo. Si, el satélite tierra debería tragárselo para evitarse el bochorno que estaba sufriendo. Se bebió lo que quedaba del cortado de un trago. Estaba frío.

-Bueno, Esteban, lo que te quería decir es que no quiero quedar más contigo. Me ha salido una cita mejor y la voy a aprovechar. No quiero decir con esto que no me gustes. Es que el otro me gusta más. Y quiero evitar lo de quedar como amigos, ¿sabes?, porque al final me vas a dar el coñazo un montón de tiempo con llamaditas y mensajes al móvil y prefiero cortar esto por lo sano cuanto antes. Espero que lo comprendas. Bueno, gracias por el café. Hasta siempre-dijo de un tirón casi sin respirar María.

Esteban se quedó congelado, como una imagen estática. No sabría calcular cuánto tiempo estuvo así. Sólo salió de su ensimismamiento cuando el camarero le llevó la cuenta para que desalojara lo más pronto posible la mesa en pos de otros clientes. Pagó y salió a la calle. Ya era de noche. Ya no veía el planeta sol. Ya sólo veía las estrellas y el planeta luna. Inspiró fuertemente el polucionado aire de la ciudad, se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se dirigió a su piso, no sin antes pensar en lo sucedido. Pensaba en que debía existir un Planeta llamado Putania enteramente de mujeres y que María era su reina. Pensaba en el tiempo perdido aprendiendo nombres que no sirven para nada, quizás para tertulias en peluquerías de mujeres, pero para poco más. Pensaba en cómo la quería y cómo iba a llenar el hueco que había dejado en su corazón. Pensaba en llamarla al móvil, pero ella le dijo que no lo hiciera. Pensaba y pensaba. Pensaba en cómo Cristóbal Colón descubrió América en 1942. Pensaba en que seguro que un descubridor no tenía problemas de mujeres. Y así fue andando hasta que dobló la esquina y desapareció.

viernes, 2 de abril de 2010

Sueño rosa


Joder, cómo voy de empalmado. Como que no hago otra cosa que acordarme del último video que vi mientras me hacía una buena manola. Pero he de concentrarme en la circulación, que encima que voy por la autovía a ciento sesenta no estoy pendiente de la carretera, pero cada vez que me acuerdo de las dos rubias en la bañera… Dios, como me estoy poniendo. Vaya pedazo de video, que buenas estaban las muy hijas de puta. No entiendo como dos chochetes tan preciosos pueden dejarse grabar de esa manera, para que luego cuelguen el video por internet y sirva de desahogo a millones de vergas como la mía. A lo mejor eso es lo que las pone más calientes, el saber que un pringado como yo se la está cascando mientras una de ella está a cuatro patas con los brazos hacia atrás dejando que su rosado coño estuviera al frente para que su amiga lo penetrara con una polla de goma de unos treinta centímetros de color rojo turquesa. Y como bombeaba el manubrio la amiga mientras la equilibrista jadeaba cada vez más hasta que llegó a caer de su postura mientras temblaba en pequeños espasmos. Y justo ahí me corrí, saliendo disparada mi leche contra el suelo formando un arco tal como los que forman los cohetes cuando explosionan en el cielo. Ah, como me duelen los huevos solo de pensarlo. Tengo que follar. Si, ese va a ser mi propósito de año nuevo, follar. Pero ahora mismo me voy a centrar en conducir hasta que llegue a mi destino. Voy a poner música, para centrarme en la carretera.

“Apaga las luces no soporto que me veas llorar
Porque has insinuado que me falta dignidad
A escondidas busco otro disfraz
Y mil posturas que ensayar
Estás tan fría y cada vez que cedo
Tu olvidas que caíste y ahora es imposible
Deshacer lo que me hiciste….”

He llegado. Aun es temprano. La verdad es que he corrido bastante. Debo tener cuidado, no están las cosas para muchas tonterías, tengo un montón de multas impagadas por mal aparcamiento. Sólo falta que me pongan una por ir a demasiada velocidad y que se den cuenta de toda la retahíla de multas que tengo impagadas. Me pondrían un multazo del carajo. Y no está el horno para bollos. Joder, que buena está esa tía. Tal como tengo los huevos le metía un par de polvos que se quedaba nueva. ¿Por qué no serán las cosas tan fáciles como en una película porno? Ahora ella tendría que reparar en mi presencia, venir hacia mi y pedirme fuego. Yo le contestaría que no tengo pues no fumo, pero que tengo una cosa muy caliente que a lo mejor le sirve para mitigar sus ganas de fumar. Ella me preguntará lascivamente -¿Y qué cosa es esa, si se puede saber?-, a lo que yo le contestaría -El señor púrpura-. Me desabrocharía la bragueta y sacaría mi gran pollón. Bueno, digamos que por cosas del zoom parecerá más grande de lo que realmente es y ella solícita se dispondrá a metérselo todo en su boca, empezando una mamada que me dejaría nuevo. Hala, ya estoy otra vez empalmado. Si, definitivamente, tengo que follar. Me hace falta un buen polvo. Uno que me haga salir del piso para ponerme a bailar con todos por la calle, como ha salido en tantas y tantas películas. Estaría bien, si. Ay, que poco cuesta soñar.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Cervantes


“Si te apiadas de los hombres, no asumas la responsabilidad del mando”
Vasili Grossman

Esto que vais a conocer es la historia de un desencuentro. Sé que el inicio de esta narración ya produce contra producción, pero no por ello deja de ser una buena historia, como cualquier canción de Love of Lesbian. Pedro es un chico normal, altura normal, complexión normal, belleza normal, o sea, uno más de tantos. Sin embargo Laura es una muñeca. Rubia, de perfectos bucles cayéndole sobre sus hombros menudos, como su cuerpo. Sus labios son una perfección en forma y medida. Su nariz, respingona, no es más que un atributo que se suma a su belleza. Hacen una buena pareja, si lo fueran. Cada uno vive su vida y no se conocen aun. Tampoco es mi intención que se conozcan.

Pedro trabaja en una oficina haciendo inventarios de nueve a dos y de cuatro a siete. Está cansado de su trabajo. Es muy repetitivo, cansino, siempre bajo la supervisión de un encargado tan imbécil que si se premiara esa cualidad se llevaría el Nobel año tras año. Tiene un gato al que llama Rasputín, en un poco elogio de originalidad para nombrar al minino. Vive con él en un apartamento situado a unos quince minutos andando de la oficina. Lo tiene en régimen de alquiler, amueblado por los propietarios, con lo que le parece penosa su vivienda ya que está decorada de los más variopintos estilos, dejando adivinar que se tratan de muebles que le han dado familiares a los susodichos dueños. Las únicas pertenencias de Pedro son una extensa colección de libros con autores que van desde Charles Bukowski hasta Christopher Moore, Chuck Palahniuk, Norman Miler, Haruki Murakami, Irvine Welsh, Saki, Frédéric Beigbeder, Jack Keruack, Julian Barnes, Reinaldo Arenas, Federico García Lorca, Franz Kafka y un largo etc. En música también tenía una gran colección de Cd’s, y su gusto iba desde Havalina hasta Love of Lesbian, Maga, Niños Mutantes, Los Planetas, Los Enemigos, Nosoträsh, Flow, U2, Depeche Mode, Franz Ferdinand, Nada Surf y otro largo etc. Es un personaje independiente. De hecho, sus directores predilectos eran todos aquellos que no se habían dejado mangonear por Hollywood, Jim Jarmush es un buen ejemplo.

Laura trabaja de secretaria en un bufete de abogados de ocho a tres. Ella tiene la tarde libre y está muy contenta con su trabajo. La respetan y la consideran una más dentro de la firma. Considera a sus jefes muy buena gente y si no estuviera casado uno de ellos, seguramente le hubiera tirado los tejos hace tiempo, pero no se ha metido por medio en su relación. Ella tiene muy claro que no se va a convertir en una destroza matrimonios ni en la querida de nadie. Ella tendrá al hombre que se merece, su príncipe azul, como ella piensa antes de reírse a carcajadas tras lo banal de lo idealizado. Vive en un piso compartido, que es propiedad de una buena amiga. Le paga por ocupar una habitación y usar las zonas comunes, como ellas las califican, a saber, la cocina, el aseo y el salón. Sus pocas pertenencias las tiene en su habitación. Son unos pocos libros, de Stephen King, Paulo Coelho, Anne Perry, Isabel Allende y pocos más. De música no posee nada. Escucha siempre la radio. Le gusta las películas románticas y Meryl Streep es su actriz preferida.

Uno de mis puntos favoritos es la librería Cervantes. En ella me sumerjo cada vez que busco un buen libro pues sé a ciencia cierta que lo va a tener. Esta vez quería encontrar “Vida y Destino” de Vasili Grossman. Lo encontré y me dispuse a ojearlo cuando vi a Pedro. En su mano llevaba un ejemplar de John Fante, “Camino de Los Ángeles”, una buena novela a mi juicio.

-Hola Pedro, cuánto tiempo sin verte, ¿qué te cuentas?
-Ah, hola Antonio, aquí estaba buscando un libro para leer. Hala, que tocho te has buscado tu.
-Si, bueno, es una novela un poco extensa, pero está llamada a ser un clásico moderno.
-No ya, si tu lo dices. Yo he comprado algo más ligero, más underground, no tan clásico.
-Si, pero no deja de ser una buena novela.

En ese mismo momento me tocaron el hombro. Era Laura.

-Vaya por Dios, Laura ¿Qué te cuentas?
-Hola Antonio, ¿qué haces?, he entrado a curiosear un poco
-Bueno, bueno, bueno, que bien, cuánto tiempo sin verte.
-Si, ya hace tiempo, ¿y qué te cuentas?
-Yo he entrado a comprar un libro.
-Tu como no, ¿Cuántos tienes ya?, ya podrás poner una biblioteca, ¿no?
-Jajajajajajaja, tu siempre tan exagerada, por cierto, no conoces a Pedro, ¿no?
-No.
-Pedro, Laura. Laura, Pedro.
-Encantada.
-Encantado.
-Bueno tengo que irme, que tengo el coche mal aparcado-dijo Laura con su habitual sonrisa que derrite cualquier iceberg.
-Venga, hasta luego guapísima-dije yo.
-Hasta luego-dijo a su vez Pedro.

Ya no pasó nada más de interés. Pedro y yo cruzamos unas cuantas frases más y nos despedimos. Ya dije al principio que esta era una historia de un desencuentro. Si fuera un encuentro, ellos hubieran reaccionado de distinta forma, hubieran intercambiado teléfonos o quedado, no se, hubiera pasado otra cosa, pero no la estanqueidad que ocurrió. Y es que cuando no estás predestinado para alguien, no te preocupes, no lo estás.