martes, 11 de mayo de 2010

Despedida de soltero



Oh, que bien me lo estoy pasando. Mi despedida de soltero está resultando genial. Se están portando todos fenomenalmente, no hay problemas. Y la semana que viene estaré casado con la mujer que más amo. ¿Qué más se puede pedir? Nada. Seguiré pasándomelo bien y dejaré de pensar.

-¡Por mis amigos!...

Al cabo de diez horas de aquel pensamiento…

Aggghhh, como me duele la cabeza… ¿dónde estoy?, espera, esto, esto, esto es un tren. ¡Que hijos de putas!... ¿Qué me habrán echado a la bebida? , ¿cómo me han dejado en un tren los muy hijos de su madre?, ¿cuánto rato llevaré aquí?, ¿a dónde se dirigirá este tren? Voy a buscar al revisor a que me aclare esto. ¿Dónde estará el revisor?, llevo ya tres vagones recorridos y no lo encuentro. Ah, ahí está.

-Buenas noches. ¿Hacia dónde se dirige este tren?
-Buenas noches. A Francia.
-¡Coño!, perdone, ¿Y por dónde estamos?
-Por Huesca. A ver me da su billete.
-¿Mi billete?, si, mi billete… esto, mi billete, je, cuando se lo explique se va a reír. Voy a buscar no obstante, no sea que… no, no, no… ¡que hijos de puta!, mi cartera… Verá, se va a reír… Yo soy el novio que se casa la semana que viene y en una despedida de solteros, vamos, la mía, pues que me han hecho una putada los amigo y me han montado al tren sin billete y sin cartera… je, je, je, je… ya le dije que se iba a reír.
-Pues sin billete no puede estar aquí. Y dice que no me puede abonar el precio del mismo ¿no?, pues lo siento mucho, pero en la próxima estación se tendrá que bajar.
-En la próxima estación… si, si, vale. ¿Qué será, Huesca?
-Huesca la hemos pasado ya. Pararemos en Sabiñanigo.
¿Qué será eso de Sabiñanigo?… bueno, espero que tenga comisaria de policía y me pueda comunicar con mi familia para que vengan a por mi.
-No se mueva de aquí, ya le diré cuando se ha de bajar.
-De acuerdo, gracias.

Al rato llegó el momento de bajar. Eran las cuatro de la madrugada y la estación estaba en la quinta puñeta del pueblo. Hacía un frio que calaba hasta los huesos y yo sólo llevaba una camisa de manga larga. Estaba aterido cuando de pronto vi a un hombre de unos cincuenta años más o menos. Iba andando encorvado y en su mano llevaba unas ramas. Me dispuse a preguntarle en qué dirección estaba la policía.

-Buenas noches, buen hombre. ¿Me puede indicar usted cómo ir al cuartel de policía de este pueblo?
-Quiá, eso está mú lejos, maño ¿En qué los necesitas?
-Es que tengo que hacer una llamada telefónica a mi familia a Madrid para que vengan a por mí. Es muy largo de explicar…
-Quiá, pá eso en te vienes pá mi casa pal teléfono y enllamas. Vente p acá, ensígueme, que en vivo cerca. Esto que enllevo es pá la chimenea.
-No quisiera molestar…
-Que enmolestia ni que ochos cuartos. Anda y ensigueme.

Y lo seguí. Lo que él decía cerca debió ser como unos cinco kilómetros subiendo montaña arriba hasta llegar a una casa de piedra que parecía llevar allí siglos y siglos solitaria como aquel pueblo al pie del valle.

-Enpasa que aquí no encomemos a nadien, lo que enpasa es que envivo sólo, ¿ensabes? No ha habío moza tó lo enbuena pá mi, y envivo mú a gusto.
-No se preocupe. ¿El teléfono?, no me ha parecido ver cables por su casa.
-Enclaro, porque no entengo ni luz, ni teléfono ni ná. Pero no te procupes, que enno te va a cer falta llamar.
-¿Por qué dice eso?
-Toma el listo, pues porque envas a morí. No, no hace enfalta que encorras pá la puerta, que la encerrao con llave. Y engrita to lo que quieras, que ennadie te va a oir.
-Maldito lunático, pero, pero, ¿yo que te he hecho?, pero si yo lo único que quiero es hacer una llamada telefónica. Y los hijos de putas aquellos estarán tan ricamente o durmiendo o bebiendo… ah, es una broma ¿verdad?
-¿Embroma? ¿emporqué iba yo a bromear? No, maño, es que te ha llegao la hora. Quería probar lo que es enmatá a un hombre porque enmatá a mujeres ya lo se ¿sabes? Y enmatá ovejas, pero un hombre, no. Y has llegao tu. Pero si no llegas a llegá tu, hubiera io a la capital a matá a un hombre. ¿Enquieres un café?
-Yo lo que quiero es que me dejes en paz. Por favor, mis padres tienen dinero. Yo me encargaré de que te paguen bien si me dejas marchar. No le diré a nadie nada. Pero por favor, déjame marchar.
-Pues yo enme voy a prepará un café.

Dios, este argumento parece sacado de novela barata. Se ha escrito sobre él hasta la saciedad, pero no me imaginaba que iba a vivirlo en primera persona. Y el muy cabrón se ha preparado un café como si tal cosa. Y esta casa no tiene una miserable ventana. Y lo mal que huele. Apesta. Él apesta. Yo mismo apesto. Que pesadilla estoy viviendo. Debe de ser un mal sueño. Otro recurso de novela barata. ¿Por qué a mí? Esto ha de ser idea del Rafa, seguro. Como lo pille, lo mato.

-¿Cómo quieres enmorir? Yo siempre enmato ajogando, pero si entienes preferencia por otra encosa, me da igual, pero ajogao es limpio, ¿ensabes?, no endejas sangre y yo tengo las manos enfuertes . Si, te voy a matá ajogao. Pero estate enquieto, leñe, no me empongas las encosas deficile.

Yo no paraba de moverme por la estancia. Le tiraba cuanto me encontraba en mi camino. No quería morir. Pero si la semana que viene me voy a casar con la mujer que más quiero… Pero en un descuido me pilló y era verdad que tenía las manos fuertes, apretaba y apretaba y cada vez me costaba más respirar, hasta que no conseguí ingresar un mísero átomo de oxígeno a mis pulmones, y al minuto vi como mis fuerzas se iban mermando, como mis brazos iban pesando cada vez más, como mi cara se desencajaba, como mis ojos se iban hacia atrás, como mi alma iba descomponiéndose en mil pedazos y en ese momento en el que el esfínter se afloja para hacértelo todo encima noté como mis pulmones empezaban a cumplir su función de nuevo, mis ojos volvieron a su posición, mi cara recuperó su forma, mis brazos dejaban de pesar y mis fuerzas se iban recuperando. Cuando pude ver a mi alrededor vi como el hombre se sujetaba fuertemente el pecho izquierdo con su mano derecha mientras estaba de rodillas en el suelo. Al momento, cayó en el suelo, pegó cuatro o cinco latigazos y dejó de moverse. Yo sin pensar en nada más que en mi libertad, le busqué la llave, abrí la puerta y salí corriendo de allí. Encontré el cuartel de policía, llamé por teléfono a mis padres que ya estaban preocupados por mi tardanza y vinieron a buscarme. Cuando llegué a Madrid mis amigos me confesaron que lo hicieron todo porque Rafa se lo ordenó, y Rafa es alguien que sabe imponerse. Lo busqué a su casa y le pegué un puñetazo en la cara. Le dije que no quería volver a verlo nunca más en mi vida y me casé. Con el tiempo llegué a olvidar la historia hasta que leí en el periódico que había una serie de asesinatos de prostitutas en Zaragoza y aun no se había podido coger al asesino. Recordé todo lo que pasé con aquel tipo e incluso llegué a pensar si realmente murió o si era él el culpable de esas muertes. Pero la verdad es que era algo que ya no me importaba. Porque yo estaba vivo. Y eso era lo que me importaba.